Parece ser que estamos abocados a pertenecer al
pelotón de los torpes. Todo se conjura para que no salgamos de nuestra
mediocridad. Y lo malo no es solo eso. Los del bando del Norte se empeñan en
que cambiemos nuestras costumbres.
Que somos vagos. Que tenemos muchas fiestas.
Que somos poco productivos. ¡Hasta la siesta nos quieren joder!.
Obsesionados con la
productividad, los económicamente poderos países del Norte, quieren tener la
mano de obra barata cerca de casa. Para no tener que ir a China (que se está despertando),
o Corea, o África. Nos tendrán a su lado pero al precio de ser sus peones. No
quieren que dejemos la Unión Europea, pero necesitan mano de obra dócil y
barata para poder montar los coches que ellos nos venderán más caros que en su
país. Y si nos quejamos, nos amenazan
con cerrar las fábricas.
Están consiguiendo que cambiemos
nuestro modo de vida. Con sus horarios, sus fiestas, sus controles… pero con
nuestros sueldos. Un país de servicios (camareros porteros, cocineros...) para su servicio.
No está mal.
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Norte |
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Sur |
Según la empresa de estadísticas
Gallup, quizá la que ofrezca más garantías de objetividad del mundo en estos
momentos, en una reciente encuesta, dice que las diferencias de bienestar entre
la propia Unión Europea se han ampliado desde 2008 entre los países del norte y
los del sur http://www.gallup.com/poll/158036/life-not-improving.aspx?ref=more.
Incluso llega a afirmar que en estos momentos de crisis, hay países que
aumentan el nivel de bienestar de sus habitantes (se refiere a los países del Norte,
claro), con lo que no es descabellado pensar que es posible que el
mantenimiento de esta crisis esté interesando a más de uno. En esto, como en
las guerras, siempre hay quien sale económicamente reforzado.
Tienen más dinero, tienen más
industria, pero estoy seguro que no son más felices. Y eso les molesta. Así que
intentarán seguir haciéndonos la Pascua.
Cuando veo lo que está pasando
con el beneplácito de nuestros inútiles gobernantes (rectifico, la palabra "inútil" no se adapta a lo que pienso de ellos, pues "inútil" es el que no es apto para realizar una tarea a causa de un impedimento y ello saben lo que están haciendo, pero su ánimo de lucro les impide actuar por el camino adecuado; son, en definitiva unos desaprensivos - no puedo aquí incluir el adjetivo que se me escapa por la boca-, esa es la palabra que más se acerca a lo que quiero expresar), cuando veo lo que está pasando, decía, me viene a la cabeza un mini-relato
de Bertolt Brecht (alemán, como sabes) titulado Dialogo sobre los mares del sur.
Te lo transcribo. Se ve
perfectamente la filosofía y el carácter de los dos mundos: Norte y Sur.
Diálogo sobre los mares del sur
En casa de mi editor me encuentro con un hombre que ha
vivido quince años en Brasil.
Me pregunta qué ocurre en Berlín.
Cuando se lo digo, me aconseja irme a
los mares del sur.
Dice que no hay nada mejor.
Yo no me opongo. Le pregunto qué
debo l levar.
Me dice:
—Llévese un
perro de pelo
corto. Es el
mejor compañero del hombre.
Por un instante siento la
tentación de preguntarle si , en el peor
de los casos, podría ser también uno de pelo largo, pero mi sentido
común me dice que en el
pelo largo se pueden
enredar terriblemente las
púas del cocotero.
Le pregunto
qué hace la
gente todo el
día en los mares del
sur.
Me dice:
—Absolutamente nada. No hace falta
trabajar.
—Bien, bien —digo yo—. No es que
trabajar me entusiasme mucho, pero supongo
que algo se
podrá hacer.
Y él dice:
—Claro, hombre, tiene usted la
naturaleza.
—Perfecto —digo yo—, pero ¿qué
hace uno, por ejemplo, a las ocho de la mañana?
—¿A las ocho de la mañana? Pues
dormir un rato más.
—¿Y al mediodía? ¿A la una?
—A la una hace demasiado calor
para hacer algo.
Y entonces empiezo a
impacientarme. Lo mi ro con hostilidad y pregunto:
—¿Y por la tarde?
—Bueno, una hora al día puede usted llenarla con cualquier cosa.
Hasta que por f in parece caer
en la cuenta de que no soy de los que pueden entretenerse con su propia persona, y me sugiere: —Llévese una
escopeta de dos cañones y salga de cacería.
Pero yo
estoy ya de
mal humor y
le digo escuetamente:
—Cazar no me hace ninguna
gracia.
— ¿Y de
qué piensa usted
vivir? —me pregunta sonriendo.
Mi amargura va en aumento.
—Eso es asunto suyo —le digo—.
Es usted quien debe sugerírmelo. Yo no
sé absolutamente nada de los mares del
sur.
—¿Le gustaría pescar? —me
propone.
—Si no hay nada mejor —replico malhumorado.
—Pues bien.
Llévese uno de
esos anzuelos que pueden
conseguirse en cualquier
tienda, y a los
cinco minutos tendrá un
par de peces
en su anzuelo. Si
no quiere cazar, pues coma usted pescado.
—¿Crudo? —pregunto.
—Oiga, un mechero supongo que
sí llevará.
—Un pescado
cocinado sobre un
mechero no constituye una
comida completa —le digo,
indignado ante semejante falta
de experiencia—. ¿Se
puede al menos fotografiar?
—Pues ya ve, es una idea —dice él, visiblemente aliviado—.
Tendrá toda la naturaleza a su disposición. En ningún
otro sitio podrá fotografiar tanto.
Y ahora tiene él
las de ganar. Ahora me dirá que haga fotografías todo el
día. Así estaré yo ocupado, y él,
en paz.
Pero yo os diré una cosa: No
quiero oír hablar de los mares del sur durante muchos años.
Ni encontrarme nunca
más con un individuo como aquél.
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Feliz día.