viernes, 18 de enero de 2013

EL BESO



    Esta mañana he sido sorprendido gratamente por un hecho poco habitual. Dos personas ya entrada en años se besaban en la boca en medio de la calle. Ya sé que es muy corriente ver a jóvenes y adolescentes hacerlo, pero no lo es tanto en personas adultas y menos aún en personas mayores. He sentido alegría, por lo inusual y placentero del hecho. Se imagina uno a esas personas en un estado de felicidad  y desinhibición elevado, no fruto de la pasión física, sino algo más profundo, algo que solo se consigue con el tiempo; como el vino de reserva, que necesita envejecer para tomar cuerpo, adquiere otras cualidades imposible de exigir en un vino joven. Este acto de amor, que tiene su referente físico en los labios, tiene sus raíces en el corazón.

No entiendo cómo hay ciudades que prohíben, multan y hasta condenan con la privación de libertad, besarse en público. Aunque no son los únicos, Estados Unidos se lleva la palma de la excentricidad. En el estado de Iowa pueden ser sancionados los hombres con bigote que lo hagan. Y en Maryland no puede sobrepasar el minuto de duración. Creo que estas normas están hechas por las mentes más estrechas y más amargadas del país.  

Recordando a  Fernando Fernán Gómez en Esa pareja feliz cuando intentaba vender en vano un aparato de radio montado en su humilde casa al son del eslogan “¡A la felicidad por la electrónica!”, yo propondría una campaña institucional con el lema "¡A la felicidad por el beso!". Pero lejos de eso, me temo que, con los tiempos que corren, estemos más cerca de lo contrario y el ayuntamiento de turno encuentre en ello un motivo más para incrementar sus arcas y terminemos formando parte de ese grupo gilipollesco de ciudades  anti-beso.

miércoles, 16 de enero de 2013

VENCEDORES O VENCIDOS


Anoche echaban en la tele ” Vencedores o vencidos”, una famosa película de Stanley Kramer rodada en 1961. Es una película larga (dura más de tres horas) por lo que, dada la hora de su emisión (diez y media de la noche), solo pude ver la primera hora. Soy de los “suertudos” que se levantan a las seis y media para trabajar.
La película es una representación del  juicio de Nuremberg, que se celebró 3 años después de finalizar la 2ª Guerra Mundial, donde los vencedores se explayaron con los vencidos.
Viendo la película me vino a la cabeza la siguiente reflexión: ¿La humanidad verá algún día sentarse en un banquillo a los responsables del genocidio del pueblo palestino? ¿Se hará pagar a los responsables, directos o indirectos, por el amasacramiento de la sociedad civil palestina? En ese juicio-ficción podríamos ver en el banquillo de los acusados a muchos de los vencedores de la 2ª Guerra Mundial. Es curioso lo poco que aprendemos de la Historia. Mucho me temo que tendremos que esperar a que la masacre termine para poder exigir un juicio de semejante calibre. Para entonces será demasiado tarde.

jueves, 3 de enero de 2013

MAGGIE



Quiero empezar el año con algo distinto; con un artículo dedicado a mi perrilla Maggie.

Desde el pasado verano somos uno más en la familia. No, no hemos tenido un hijo, no; no están los tiempos como para eso; la jubilación de mi mujer y la muerte de nuestra anterior perra, Shiva, ha propiciado la adopción del nuevo miembro. Andábamos  buscando un animal de compañía de tamaño reducido que sustituyera el vacío que nos dejó nuestra anterior compañera, una schnauzer gigante de carácter irrepetible que dejó un hueco tan grande entre nosotros como su propio peso.

Una familia madrileña quería desprenderse de su mascota, un bichón maltesse de 4 años llamado Maggie. Algo así buscaba Mercedes, mi mujer; Shiva, por su tamaño - 37 kilos- se hacía ingobernable para ella, por lo que era yo el encargado de su mantenimiento. Pasamos de 37 a 2 kilos tres cuartos. Esta vez ya no tiene disculpa: paseos, alimentación, acicalamiento, veterinario… correrán de su cuenta. Aun así, en cuanto puede me lo encasqueta para que lo saque a hacer sus necesidades.

Es gracioso el animal. No es especialmente amante de la calle; cuando está en casa está deseando salir, pero cuando sale está deseando entrar. No sé si eso tiene una relación directa con su condición femenina o va con el marchamo de la raza. Nada más salir, y como preliminar antes de hacer pis, gira como si quisiera morderse la cola, entre tres y diez veces. Una vez depositado el líquido elemento retoma su dignidad. A la hora de depositar sus residuos sólidos efectúa una especie de baile ritual marcha atrás que suele desembocar en el pié más cercano, por lo que conviene prestar atención.

Una de sus habilidades es su destreza para localizar excrementos. Va por la calle con el morro bajo para que su órgano olfativo pueda restringir el área de localización. Es una gran detectora de mierdas ajenas. No se deja una sin oler.

Si otea a uno de su especie, independientemente de su tamaño y corpulencia, hará ademán de lanzarse hacia él a la vez que ladra como una posesa; cuando considera que el animal se acerca demasiado a su espacio vital busca refugio detrás de sus amos hasta que considera que el peligro ha cesado; es entonces cuando retoma valerosamente su actitud belicosa. También la tiene tomada con los vehículos a ruedas, con especial predilección por las motocicletas de baja cilindrada, sobre todo si llevan detrás una caja blanca esparciendo olor a pizza. Si por ella fuera el repartidor no llegaría a su destino. Me pregunto si no habrá sido uno de ellos en otra vida.

Una vez en casa nos alegra con su presencia constante (insistente, diría yo). La soledad es una enfermedad de la que no está vacunada. No concibe estar sola ni para comer: tiene su comedero sobre una pequeña alfombra en la cocina, pero si estamos en el salón no duda en traerse la comida en la boca y depositarla en la alfombra del salón, mucha más grande y generosa, para engullirla allí.

Le compramos una pequeña verja de madera para interponerla en su habitación por la noche, ya que, tenía la costumbre de venir a nuestro dormitorio a media noche a hacernos una visita con el consiguiente sobresalto. Así que, para ahorrarle los paseos nocturnos, optamos por colocarla en la entrada de su habitación; pero debe considerarlo una ofensa a su dignidad y lo demuestra con gemidos de variados tonos y volúmenes, de forma que ha conseguido que el artilugio quede ubicado en la puerta de nuestro dormitorio. Al principio era más hábil que nosotros y conseguía colarse en la habitación antes de que lográramos instalarla, por el viejo método de seguirnos a nuestra espalda, de forma que, creyendo que se encuentra al otro lado de la valla, aparecía ante nuestros ojos al darnos la vuelta. Una vez, incluso, nos dimos cuenta al día siguiente, cuando la vimos dormitando tranquilamente a los pies de nuestra cama. Pero eso era antes, ahora no la quitamos el ojo de encima hasta que anclamos la valla.

Aunque los encerrados ahora seamos nosotros y tengamos que recordarlo si se nos ocurre levantarnos de noche (que ya ha pasado), ella parece estar más conforme. De eso se trata ¿no?, de que esté a gusto con nosotros.