jueves, 16 de octubre de 2014

EN UN MUNDO DECADENTE


       Nací el año 1953 y 61 años después, puedo afirmar que no estoy contento con la evolución de la sociedad que me ha tocado vivir. Veía venir el siglo veintiuno con la esperanza de acercarnos a la utopía de una sociedad donde no existiera la pobreza; donde las guerras fueran una reliquia del pasado; donde la salud de la población estuviera por encima de los beneficios económicos y la democracia se hubiera extendido por la faz de la tierra... Nada más lejos de la realidad. La pobreza va en aumento, la educación se restringe a los poderosos, la sanidad de ceba en los pudientes y la justicia o se hace inaccesible o partidista. A los desheredados nos presionan cada vez más contra la pared. Nos aprietan el gaznate cada vez más. Muchos se van quedando por el camino.

Pero estamos solo es el comienzo. Las transformaciones no son rápidas pero sí constantes: van creando la situación idónea para ello elaborando una cultura del miedo a escala mundial que favorezca todo esto.

Con este siniestro objeto se crearon, a mi juicio, organizaciones como la Institución Brookings en 1916, ”para ayudar al desarrollo de políticas públicas sólidas y promover la comprensión del público de cuestiones de importancia nacional", dicen los cachondos; El club Bilderberg, en el 54, en el que, por cierto, está muy bien representada España, también “independiente”… (independiente del bien común, claro); o la Comisión Trilateral (1973) (en esta se incluye el que faltaba para armarla: Japón) y su altruista objetivo es el de promover la Paz y “la Prosperidad” (creo que se han olvidado poner: “…de los firmantes”).

Por si fuera poco este año tenemos otra nueva: la TTIP creada por los EEUU con el eufemismo de “…eliminar las barreras comerciales en una amplia gama de sectores económicos para que sea más fácil de comprar y vender bienes y servicios entre la UE y los EE.UU…”, eso, traducido para pelagatos como yo, significa menos gastos para las empresas-más dinero para su buchaca-menos controles estatales (porque se los pasarían por el forro de los cojones al crear una normativa internacional de rango superior).


En definitiva, como diría el ínclito John Wayne: “Estamos rodeados” y solo la llegada del Séptimo de Caballería podrá ayudarnos. 

¿Llegará?

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