jueves, 27 de diciembre de 2012

POLUCIONES MENTALES (I)

Tomo el título de una frase encontrada en una entrevista realizada al doctor en psicología y psicólogo clínico Manuel Almendro. Mi intención es ir depositando en este apartado algunas de las retorcidas ideas que la  peligrosa mezcla noche-imaginación hace aflorar a veces, como el magma de un volcán dormido, a nuestro consciente. 


Con la crisis a cuestas

Anoche me acosté tarde. Sobre la una. Tuve un día algo fuera de lo corriente y apenas pude leer algo antes de apagar la luz; una costumbre que tengo desde hace tiempo.
Me despiertan los sueños que se agolpan en mi cabeza y que pujan por salir. A las cinco y media ya estoy dando vueltas. Me jode porque a la una o las dos ya me vuelve a entrar sueño. Menos mal que no tengo que ir a trabajar.
Sin nada mejor que hacer vuelvo a darle vueltas a la situación actual de nuestro país y de nuestro entorno. ¿Se estará convirtiendo en una obsesión?.
Se me ocurre levantarme y aprovechar el tirón de una imaginación calenturienta en su apogeo en horas nocturnas. Es curioso como divaga la mente por la noche. Todo se magnifica. Lo malo se vuelve retorcidamente malo y lo bueno se hace inmaculado.
Y en esas estoy. Que, mientras mi mujer me honra con su presencia al otro lado de la cama, a mí me da por elucubrar sobre la dichosa crisis y los recortes que nos abruman, ¡tócate los huevos!. Y termino por pensar: si al menos se me ocurriera algo digno de ser contado…, si todas estas vueltas en la cama sirvieran para escribir unas líneas…, si mi febril imaginación no se desvaneciera al ponerme en posición vertical… ¡Porque esa es otra! No sé si a los demás os pasa pero es enderezarme, es sentir que mis constantes vitales vuelven a coger su ritmo… y todo lo que me pasa por la cabeza con la oreja pegada a la almohada, deja de tener sentido; o, al menos, el sentido que parecía tener cuando la luz permanecía apagada. Como si los pensamientos que me zumbaban en la cabeza se desparramaran por el resto del cuerpo y ya no hubiera forma humana de encontrarlos. ¿Será por la posición? Un día tengo que intentar recoger mis reflexiones en posición decúbito.
Pues eso. Me levanto. Con cuidado para no despertar a mi compañera. Parece que lo he conseguido. En el cuarto donde está el ordenador se encuentra también mi perrilla. Dos quilos ochocientos de ser vivo. Esa sí se ha percatado de mi presencia. Me mira con ojos saltones pero sin moverse de su cama (ella parece más lista). Enchufo el ordenador y entro en el Word antes de que sea tarde y no sepa qué estoy haciendo aquí.
Bueno, el tema que me ha traído hoy aquí, a estas horas de un día de fiesta en el que mi familia aún esta acostada, es el momento político y social por el que estamos pasando y al que nos han llevado los que su poder adquisitivo multiplica al menos por diez el mío. Antes de levantarme estaba equiparándolo a un transatlántico; de esos que ahora abundan tanto y que de vez en cuando nos alarman con alguna que otra desgracia. Se me antoja que este barco en el que vamos ha entrado en una tormenta y que andamos dando bandazos a merced del líquido elemento. Lo que en un principio empieza por un susto se vuelve, al poco tiempo, un caos. La gente no sabe qué hacer. El juicio es lo primero que se pierde y  el hueco lo ocupa el desconcierto. Salvo honrosas excepciones, el ¡sálvese el que pueda! es la máxima no escrita que domina las mentes de los pasajeros. Nadie piensa en algo que, aun siendo real, en esos momentos no cuenta: la tormenta no es infinita en el tiempo; tarde o temprano amainará aunque el barco dejara de ser barco. No. En esos momentos el cuerpo se encuentra en alerta máxima y solo cuenta ese segundo, no cuenta ni el anterior ni el siguiente. Mientras dura la tormenta, muchos objetos dejan su posición natural y pasan a ocupar un lugar más adecuado al momento, aunque para ello hayan perdido por el camino su forma primitiva. Pasajeros y tripulación sufren peligros reales que pueden provocarles incluso la muerte.
Uno no sabe si sería mejor abandonar el barco. Con el cuerpo hecho unos zorros como mal menor y viendo desde el ojo de buey del camarote  las olas zumbar ahí fuera, prefiere probar suerte agarrándose a algo firme. Si lo encuentra. Descompuesto por arriba y por abajo, su destino, piensa, se encuentra en manos del capitán. Solo espera que este efectúe las maniobras correctas para capear el temporal con el mínimo riesgo para su vida, pero… ¡qué ocurre! Observa por el ventanuco aquel que las olas gigantes esas vienen hacia él por el costado. En un instante de lucidez recuerda que por algún lugar leyó que las grandes olas se toman por la proa si no se quiere naufragar a las primeras de cambio. Su miedo se torna en terror. ¡Dios!
Resultó ser que el capitán del barco aquel se había corrido una juerga padre (a cargo de los pasajeros, claro) y estaba beodo perdido, pero muchos de esos pasajeros,  no lo sabían y  confiaban en él. La juerga había sido privada.
Estoy seguro de que saldremos de esta tormenta, pero habrá que ver cuantos serán los desperfectos, cuantos de ellos irreparables y cuantas bajas producirá la incapacidad del capitán.

2 comentarios:

  1. Y ese capitán era......redoble de tambor.....
    Zapatero!!, y como no se mantenía en pie, le quitó las llaves del vehículo.... Rajoy, el que le suministro las drogas, y que a su vez, iba tan colocado (o más) que su compañero ¬_¬
    Esto me recuerda a una escena de uno de los capítulos de los Simpson, en la que, Marge dice que va demasiado borracha para conducir, y Hommer dice de coger el las llaves para conducir. Terminan en la cuneta, y cuando escucha llegar a la policía, coloca a su compañera en el asiento del conductor.

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